Descripción

Tortosa es única por sus baluartes, murallas y fortificaciones. La ciudad cuenta, en diferentes grados de conservación, con unas murallas y fortificaciones muy extensas de diferentes fases cronológicas que posibilitan el encontrar mucha variedad constructiva en tipología y materiales. Es posible emprender una ruta por todas ellas para descubrir cómo de importante y potente fue el patrimonio defensivo de esta ciudad. También podemos complementar esta ruta con una visita al Castillo de la Suda, un impresionante testimonio arquitectónico andalusí que contiene el único cementerio árabe al descubierto de toda Cataluña y un Parador de Turismo.



Basamentos de la Muralla del siglo XIV. Paralelamente al barranco del Cèlio, podemos reseguir el trazado de muralla que queda tras su derribo, que iba de la Torre del Cèlio o Grossa de Vimpeçol hasta la Torre de Vimpeçol de Ribarech o redonda. El portal del Vimpeçol era uno de los accesos principales de la ciudad, ya que la comunicaba con los núcleos de población del margen izquierdo del río y era la salida al camino Real en dirección a Zaragoza.

 

La torre del Célio. Podemos descender hasta el barrio de Remolins, que actualmente conserva sin variaciones su trazado y una buena extensión del paso de ronda. La mayor parte del trazado corresponde a lienzo de muralla, a excepción de las torres fortificadas en ambos extremos, al pie del barranco, la llamada Torre del Célio o Gran y, en la parte elevada, los restos de dos torres cuadradas que han quedado integradas en la estructura de las avanzadas de San Juan, a las cuales se adosa .



El portal de los judíos. Podemos concluir esta ruta en el original portal de los judíos, donde se respira siempre mucha paz, como si el tiempo nunca hubiese pasado. El portal de los judíos o del Ferré, una entrada secundaria a la ciudad, está situado cerca de la judería de Remolins, en medio de la muralla que todavía se conserva. Comunicaba el barrio con el cementerio de los judíos, ubicado fuera de las murallas. El portal era una salida secundaria o alternativa que, en tiempos de grandes avenidas del Ebro, tenía la misión de facilitar la salida fuera de las murallas por el llamado "camí vell". Ya que nos encontramos en este punto, es una buena opción conocer, si no lo hemos hecho ya, la entrañable judería de la ciudad.



Avanzadas de San Juan.  Tanto en coche como a pie (pero la subida es considerable) podemos acercarnos a las Avanzadas de San Juan, donde podremos imaginarnos fácilmente hace cuatro siglos e ir avanzando y explorando en este conjunto fortificado. Las avanzadas comenzaron a construirse en la segunda mitad del siglo XVII y comprenden dos cuerpos de fortificación de la época y un tramo anterior. El acceso al interior urbano se realizaba por el primer cuerpo de fortificación. Este bloque fortificado presenta un amplio foso alargado y acabado en punta de flecha y, si bien forma parte de un sistema más complejo, podría propiamente ser totalmente independiente. El cuerpo superior está dominado por diferentes fortines y baluartes, enlazados entre sí. El segundo cuerpo de fortificación está formado por dos medios baluartes de planta poligonal unidos por una cerradura de muralla. En el extremo oeste está adosada a la muralla del siglo XIV, separada del conjunto del siglo XVII, por un foso estrecho y profundo.



 

El Fortín del Bonet.  Para acceder en vehículo, hay que tomar la calle Mare de Déu de la Providència y continuar por el camino del Rastre. Pasadas unas curvas pronunciadas de subida, la carretera llega al Bonet, donde se puede aparcar con facilidad. A pie se puede acceder a través de unas escaleras que empiezan en el acueducto ubicado en la calle de Callao. El Fortín del Bonet formó parte del segundo recinto defensivo del Rastre. La integra básicamente un único baluarte rodeado por un foso estrecho. Se trata de un elemento defensivo de carácter individual, unido al mismo tiempo con el trazado de fortificaciones urbanas mediante murallas como las del Rastre de los siglos XVII-XVIII.



Sector de Fortificaciones del Turó del Sitjar. Portal de Tarragona y baluartes de la Victòria, de les Creus i del Sant Crist. Si vamos en dirección al hospital encontraremos otro sector de fortificaciones. Tiene su antecedente en el trazado medieval que se remonta como mínimo a la década de 1340 pero que consiguió la mayor efervescencia constructiva en los lienzos de muralla entre los años 1367 y 1369. El trazado conservado corresponde a la obra de fortificación iniciada en la segona mitad del siglo XVII. El sistema de defensa utilizado, llamdo Vauban, comporta una transición del bastión circular o cuadrado al angular y, así, las cuadradas torres medievales son sustituidas por baluartes construidos con planta poligonal, con la orientación adecuada para cubrir todos los flancos de la muralla, y preparados para la instalación de piezas de artillería. El baluarte de la Victòria, mediante dos tramos de muralla, está conectado al fortín del Bonet y el baluarte de les Creus. Otro lienzo monumental del siglo XIV baja a Santa Clara y al Rastre. Desde las Creus a la Victòria se conserva un foso de notables dimensiones.

 

Fortí d'Orléans. Muy cerca de aquí nos podemos desplazar hasta el Fortín d’Orleans, por un camino que recibe el mismo nombre. Durante el sitio en la Guerra de la Independencia, el año 1810, jugó un importante papel en la defensa de la ciudad. Se alza sobre una plataforma elevada de gran valor estratégico y de difícil acceso y, originalmente, comunicaba con el recinto fortificado del sector del Sitjar. Lo conforman dos semi baluartes, uno de trazado triangular y el otro de planta poligonal cerrado en un espacio interior muy irregular. En la parte superior hay numerosas troneras para las piezas de artillería y en el interior se localizan cámaras estrechas y restos de otras dependencias subterráneas.

 

Fort de Tenaces. Si cogemos el coche podemos alejarnos del centro de la ciudad y llegar hasta el Fort de Tenaces, una obra de fortificación exterior, sin flancos. Su construcción se realizó probablemente durante la primera mitad del siglo XVIII y fue concebido como avanzada defensiva del sector norte de la muralla de Remolins. Tenía una capacidad de alojamiento para hasta cien hombres. A finales del siglo XIX, cuando desapareció el Gobierno Militar, no fue vendido a la ciudad y excepcionalmente pasó a manos privadas.